Un grupo de investigadores de la Universidad de St Gallen, en Suiza, se interesaron en comparar la calidad de las elites para poder establecer algún grado de correlación con el desarrollo y bienestar. Ese informe es público y está disponible para consultar en una plataforma interactiva. Según este grupo de investigadores una elite está integrada por grupos coordinados que desarrollan modelos de negocios que acumulan riqueza. Agregan que son empíricos, inevitables y existen en todas las sociedades de la tierra. Este estudio clasifica a las elites en dos tipos: creadoras de valor o depredadoras.
Cuando llegó el momento de analizar la elite argentina, los datos confirmaron todos mis prejuicios: nuestra elite es depredadora (rankeada número 70 sobre 151 países). La que más valor crea es la de Singapur (rankeada número 1).
Dentro de los numerosos indicadores que se miden y que explican por qué estamos rankeados en el número 70 está el control de la corrupción (ranking 81), calidad regulatoria (103), capitalismo de amigos (ranking 7), inclusión LGBT+ (ranking 27), Pymes por cada 1000 habitantes (ranking 69), 3 empresas de mayor tamaño como % del PBI (ranking 6), este mismo indicador extendido a las 30 empresas de mayor tamaño (ranking 7) lo que hace presumir la captura de la política por parte de agentes económicos, ratio de deforestación (ranking 123), resultados PISA (ranking 59), importaciones bajo regímenes de protección (ranking 133), libertad de comercio (ranking 122), fuga de cerebros (ranking 27)
En un intercambio con el equipo de investigadores, me consultaron sobre las razones que en mi opinión justifican esa pobre performance. Les comenté razones históricas que justifican que hayamos perdido el sentido de nación, que en nuestras conversaciones aparece más seguido la preocupación por el sufrimiento de los jóvenes ucranianos antes que el de los chicos desnutridos formoseños, la inflación, la corrupción, la confiscación de los ahorros, la evasión, etc.
Pero cuando les comenté la teoría del “empate hegemónico” de Juan Carlos Portantiero (que para mí agrado ya conocían) les llamó la atención que les comente que en mi opinión las hegemonías argentinas están desempatadas en el sistema impositivo.
En sociología es conocido el concepto de hegemonías (la capacidad de un grupo dominante que logra imponer sus valores, creencias y normas en una sociedad). Solo que, según Portantiero, en Argentina hay dos grupos hegemónicos antagónicos que están empatados (un grupo que considera que Argentina se va a desarrollar brindándole al mundo todo lo que el mundo necesita de Argentina – un modelo agroexportador – y otro que considera que Argentina se va a desarrollar tomando del mundo todo lo que Argentina necesita del mundo – un modelo desarrollista). Ambos grupos genuina y honestamente consideran que tienen razón (posiblemente ambas la tengan porque hay ejemplos de países desarrollados de una u otra manera) solo que se alternan en el poder durante poco tiempo.
Si usáramos una analogía de un equipo olímpico de remo, hay que tener flotabilidad, velocidad, coordinación y rumbo. Argentina ha dado sucesivas muestras de flotabilidad (una de las tres praderas mas extensas del planeta, con decenas de centímetros de humus, con ríos caudalosos y profundos que operan como autopistas para transportar la producción hace que la economía se recupere rápidamente de todas sus crisis), velocidad (privatizamos, nacionalizamos y queremos volver a privatizar cuando en otros países todavía discuten el primer movimiento), coordinación (implementamos decisiones económicas o sociales con mucha efectividad social) pero el empate hegemónico hace que no tengamos un rumbo permanente. Viramos el rumbo 180 grados cada vez que cambia la hegemonía de turno en el poder. Eso hace que tengamos esa sensación de inmovilización (ese cuento remanido que dice que te vas de Argentina una semana y cambió todo, volves a la Argentina después de veinte años y no cambió nada).
Sin embargo, considero que ambas hegemonías están de acuerdo en que la carga impositiva la paguen los pobres. Por eso la recaudación es en un 80 % sobre impuestos al consumo, cuando en los países que admiramos el 80 % proviene de impuestos a la renta.
No es un tema meramente académico. Tiene impacto cotidiano en nuestras vidas. Porque principalmente, si el incentivo del Estado es generar ingresos a través del consumo, generará políticas para incrementar el consumo (Ahora 12, Plan Canje, etc) mientras que si el incentivo del Estado es generar ingresos a través de impuestos a la renta, generará políticas para incrementar la renta empresaria.
A cambio de que los impuestos los paguen los sectores más pobres, tenemos empresas más pobres, empresas que valen menos, una economía que no se desarrolla.
No será el momento de que la elite de Argentina discuta desapasionadamente sobre un esquema tributario que permita el crecimiento de la economía. ¿Por qué no pensar en un esquema impositivo que entre en vigor a los dos años de su publicación en el boletín oficial? Evitaría la sensación de urgencia permitiendo un esquema más reflexivo.
Mientras tanto, el Índice de Calidad de las Elites, seguirá mostrando que Argentina tiene una elite depredadora y las mejores elites, el que seguramente pensamos antes de leer el resultado del estudio:
1 Singapur
2 Suiza
3 Países Bajos
4 Japón
5 Nueva Zelanda
6 Corea del Sur
7 Israel
8 Alemania
9 Suecia
10 Dinamarca
Documentos asociados a la nota:
Elite Quality Index St Gallen University
Elite Quality Index (EQx) – Country Scores for Elite Quality Measurement
Country scorecards - Argentina. Ver documento:
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EqX 2024 - Country scorecards - Argentina. Ver documento:
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