Santiago Gallichio, presidente del instituto argentino de directores de empresa (IGEP) y miembro del Comité Ejecutivo de GNDI, ha publicado un nuevo libro titulado La empresa como persona, por EUDEBA (Editorial de la Universidad de Buenos Aires).

El libro busca establecer los principios filosóficos de la gobernanza corporativa. Para el autor, durante este siglo de amplio desarrollo de la disciplina, las discusiones realizadas hasta ahora carecen de una consideración sistemática de su multidisciplinario objeto.

Basado en su formación plural como filósofo académico en ética empresarial, economista, director profesional y uno de los fundadores del IGEP, donde enseña estos temas, Santiago profundiza en la esencia de la empresa y, una vez establecida esta, deriva de ella las condiciones que deben mantenerse en las relaciones entre los miembros del directorio, la alta gerencia (C-level), los accionistas y los stakeholders.

Su análisis comienza considerando los motivos que inspiran cualquier asociación entre personas que buscan realizar acciones conjuntas. Usando la teoría de los compromisos conjuntos (joint commitments) de la filósofa británica Margaret Gilbert, establece seis condiciones que toda organización, ya sea una simple asociación, una sociedad comercial o una corporación, debe respetar para mantener vigentes los verdaderos motivos para la asociación que tuvieran sus fundadores y socios y, por lo tanto, poder ser considerada como una " persona cabal".

Convocar y acoger la participación de sus miembros en sus actividades, permitiendo la preservación de la calidad de esa participación, manteniendo el sentido que dan sus miembros a sus propias acciones, poder ser autogestionada por sus propios miembros y crear irreversiblemente una nueva personalidad sin transferir la responsabilidad de las decisiones de sus directores, esas son las cinco condiciones que pueden resumirse en una consecuencia principal: la consideración de la asociación o empresa que respeta estas condiciones como una “persona cabal”. Ser una persona cabal, para Santiago, significa que una organización no es solo una persona jurídica, sino algo más sustantivo.

Una persona cabal tiene su propia voluntad, sus propias intenciones y propósitos, su propia personalidad y mantiene relaciones personales con otras personas. Por eso, una organización necesita de un órgano formado por personas naturales o humanas que puedan ejercer su voluntad. Ese órgano es el directorio de la empresa y sus miembros, los directores, deben personificarse en una empresa, dándole vida mediante la toma de decisiones. De este modo, el directorio se convierte en la propia voluntad de la empresa y persigue lo que se convierte en los propios propósitos de esta.

El proceso de toma de decisiones del directorio es definido técnicamente como un proceso de “deliberación”. Santiago aprovecha su formación en filosofía política para analizar el tipo de deliberación propio de los directorios. Distingue entre deliberación legislativa y ejecutiva, siendo esta última y no la primera la que deben realizar los miembros de un directorio. En su análisis, recurre a Rousseau y al filósofo neokantiano Leonard Nelson. Una deliberación sustractiva busca únicamente aislar lo que es común a los diversos intereses de todo un corpus político (su voluntad general) para poder legislar restrictivamente (Rousseau). La deliberación de los directorios, en cambio, se define como un proceso creativo o agregativo que busca elaborar un nuevo interés a partir del corpus formado por los miembros del directorio, quienes personifican a la empresa. El método ético de Leonard Nelson conocido como "la ley de la ponderación", que propone tomar todos los intereses involucrados como si fueran de una misma persona, es el que se utiliza aquí como modelo adecuado para este proceso.

Las relaciones de la empresa, personificada por su directorio, con sus empleados, desde el CEO hasta el último de sus dependientes, se definen como relaciones de subordinación de cada empleado con la empresa como persona en sí misma. Santiago explora las condiciones prácticas y éticas de esta subordinación, utilizando categorías kantianas, especialmente los "derechos de propiedad real-personales".

También define los diferentes sentidos de las acciones involucradas en este complejo proceso. Cada acción empresarial -señala- tiene tres sentidos diferentes que deben ser considerados por separado. El "sentido empresarial" es el definido por su directorio y debe ser compartido por cada uno de los empleados subordinados a la empresa para  que esta funcione adecuadamente; el "sentido profesional" se deriva del respeto a las reglas del arte de cada una de las profesiones desarrolladas por los distintos miembros de la empresa; y el "sentido personal o laboral" es el que cada individuo empleado por la empresa persigue cuando trabaja en ella, el que hace sentido con su vida y su proyecto personal.

La relación de la empresa con sus stakeholders es otro tema que el análisis de Santiago aborda fundadamente. En su opinión, las normativas y recomendaciones actuales sobre las relaciones con los stakeholders carecen de una base formal. Usualmente nos basamos en la expectativa de una alineación final entre los fines que maximizan los beneficios de una empresa a largo plazo con los fines que toman en cuenta la sostenibilidad y los bienes públicos, como la protección del medio ambiente o el desarrollo social. Pero esa expectativa no está realmente fundamentada y solo es la mera amenaza regulatoria en contra de la insostenibilidad futura de los negocios lo que hace que un enfoque hacia los stakeholders sea aceptable por los accionistas. Esto no está exento de problemas de responsabilidad, especialmente para los directores, quienes prefieren ser regulados y obligados a decidir en favor de los stakeholders antes que asumir los riesgos de ser demandados por los accionistas, como está ocurriendo en muchos países europeos hoy en día. En cambio, considerar a la empresa como una verdadera persona, como propone Santiago, permite fundar los términos de la relación entre la empresa y sus stakeholders como la relación que cualquier persona mantiene normalmente con sus vecinos, familiares o amigos. Estas relaciones no se basan en la maximización de beneficios, pero la empresa, cuando se considera como una persona cabal, no necesita ser considerada sólo desde una perspectiva economicista. Es una persona que persigue sus propios intereses como cualquier otra persona y su directorio debe ser el encargado de decidir libremente estas acciones.

Al final, el libro analiza los diferentes enfoques de la gobernanza corporativa adoptados por los institutos de directores a nivel global, utilizando los ejemplos de algunos de los miembros de GNDI (IoD-UK, IBGC, IGEP), y los de las organizaciones multilaterales como la OCDE y el G20, señalando las grandes diferencias de intereses entre ellos que deben ser consideradas en las discusiones globales y que, por lo general, son subestimadas.