Una de las 4 misiones del IGEP como instituto de directores es la de convertirnos en la voz de los directores de empresas de la Argentina. Esa misión es compartida por todos nuestros pares en la red global de institutos de directores (GNDI). Así, ecoDA se autodefine con el moto “The EuropeanVoice of Directors”. La función de advocacy o vocería en representación de los intereses de los directores deriva de la condición previa de la integración exclusiva de estos institutos por parte de directores: como dice nuestro par de Gran Bretaña, “The IoD is run by directors for directors”.

La representación de los intereses de los propios directores es una de las características que distinguen más claramente a los institutos de directores (ID) del resto de los institutos de gobierno corporativo (IGC), aunque esto no quede suficientemente claro para todos los actores. Los institutos de directores somos los más interesados en hacer esta distinción. ¿Por qué?

Hay muchas formas de interesarse por el gobierno corporativo (GC). Una de las más desarrolladas, por capacidad económica, es la de los mercados de capitales y sus inversores institucionales. También los Estados emisores de títulos, para acceder a crédito público, refuerzan su rol de reguladores de mercados, lo que toca varias áreas del GC. Y los organismos internacionales (OECD, IFC, BID), como grandes jugadores en los mercados de capitales, buscan un rápido desarrollo del GC que les permita ganar en seguridad de sus inversiones y consecuentemente en profundidad de mercados. A la sombra del desarrollo de los mercados de capitales crece todo un conjunto multitudinario de profesionales y consultores: abogados, auditores, educadores, comunicadores, etc. Son los distintos especialistas en GC que dedican sus vidas profesionales a ello.

Todos estos grandes actores del GC, que son los más visibles en el mundo entero, tienen una característica común: el GC les sirve a sus propios fines e intereses. No se interesan por el GC en sí mismo, sino en lo que el GC logra para ellos. Más mercados, más capitales disponibles, más ahorristas interesados en confiar sus recursos, más inversores con alternativas para desarrollar sus negocios, más trabajo de consultoría, auditoría, asesoría legal, capacitación, comunicación, etc.

Obviamente, los directores también nos beneficiamos de este crecimiento, porque crece la demanda de nuestros servicios profesionales como directores independientes. Pero, a diferencia de todo el resto de los actores del GC, los directores somos también los destinatarios de la gran mayoría de las regulaciones del GC. Somos los ciudadanos del mundo en el que gobierna el gobierno corporativo. Los súbditos de este reino particular, no sus gobernantes. Es clave percibir esta diferencia, por lo menos para nosotros los directores, ya que no suele ponerse de manifiesto. No hay tampoco incentivos para hacerlo. ¿Para qué despertar la conciencia del riesgo al que nos exponemos? ¿Acaso para subir nuestra remuneración de reserva?

Creer que todos los actores del GC somos iguales y que nos mueve un interés público por hacer las cosas bien es una ingenuidad que los institutos de directores no solemos dejar pasar. El interés público legítimo por un buen GC nos pone a los directores y solo a nosotros en el lugar de los sujetos obligados. El resto de los actores, en general, ofician los roles de sujetos obligantes. Reguladores, penalizadores, defensores jurídicos, auditores, asesores… de los sujetos obligados: los directores. Por su puesto que las regulaciones también nos protegen, pero cuando están bien instrumentadas y aplicadas.

Solo desde esta perspectiva se comprende cabalmente por qué el advocacy es una misión central de todos los institutos de directores del mundo. Atención: no nos referimos al advocacy por el GC en sí, sino por la defensa del rol profesional e independiente de los directores, su respeto, adecuada retribución y protección. Esta tarea resulta en darle voz al eslabón más débil de una cadena muy compleja y multimillonaria: el cuerpo de los que pueden pagar con su propia libertad y patrimonio. El sumidero en el que desembocan todas las cuestiones no explícitas de la miríada de regulaciones, incluso muchas veces superpuestas, pero siempre dejando las rendijas suficientes como para que se filtre una nueva responsabilidad para el “eslabón más débil” de esta película.

La defensa de los directores en el mundo del GC es el equivalente de la defensa de los derechos civiles y humanos en una república, la defensa de los ciudadanos obligados frente a los poderes de accionistas, estados soberanos y reguladores. Esta similitud, que puede parecer algo chocante si no se reflexiona en profundidad, está solapada tras la imagen pública de los directores como seres poderosos, que se confunden dentro del (para usar la palabra de moda) colectivo “empresarios”. Pues no lo somos.

El IGEP, en la Argentina, toma esta misión como una de sus principales razones de ser. Con la IX Convención Anual del pasado 30 de setiembre de 2020 inauguramos expresamente esta etapa de vocería por los directores. Los dos artículos de los expositores en esa Convención, María Laura García y Fernando Ruiz, que publicamos en este mismo Newsletter, forman parte de este lanzamiento. Contamos con nuestra comunidad para crear y multiplicar voces.

 

👉 Suscríbase al newsletter de IGEP haciendo click aquí