Síntesis del panel EMPRESAS del XIª Congreso Anual IGEP, compuesto por representantes de
empresas y asociaciones empresarias. Estuvieron Cristina Bomchil (CEO de Valuar,
miembro de IDEA y del Consejo de Administración de la UCA), Carlos Oteiza (Socio del
Estudio O’Farrell y Director Ejecutivo de la Cámara de Sociedades Anónimas) y
Alejandro Bertín (Consultor, Director de San Ignacio S.A. y miembro del Movimiento
Nacional PyME).

En el transcurso del panel se llegó a algunas conclusiones muy interesantes. Se abrió la
charla reflexionando sobre el rol de las empresas en la recuperación del país. Hay una
gran confusión, se dijo, sobre quién realmente crea valor. Hasta que no se reconozca
claramente que las empresas son el motor de la economía y de la creación de riqueza
la salida parece muy difícil. Los impulsores de la recuperación Argentina serán la
empresa privada y la educación.

Lamentablemente las empresas y el campo tienen mala imagen en nuestra sociedad.
Esto ha hecho que muchos gobiernos vayan en su contra porque es una manera
“popular” de financiarse. Esto ha creado un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
Hay un exceso de regulaciones. Hay normas copiadas del primer mundo que son de
muy difícil cumplimiento.

Todo esto más un corto plazo asfixiante hacen que el foco esté puesto en la
supervivencia y que la rentabilidad provenga de la evasión y el incumplimiento. En este
escenario es a veces utópico hablar de buenas prácticas de gobierno corporativo o del
rol de los directores.

Un entorno donde conviven una realidad empresaria muy básica, y hasta primitiva, y
una regulación pensada para “Suecia” hace que la matriz de nuestras empresas venga
involucionando hace bastante tiempo.

En el país hay más de 500.000 PyMEs que generan 7 de cada 10 puestos de trabajo. No
están representadas en ningún lado. De ellas hay 80.000 que generan el 51% del PBI y
que, dado su tamaño, pueden estar en condiciones de evolucionar en temas de
gobierno corporativo.

Las empresas tienen un objetivo económico pero también una responsabilidad social.
Son fundamentales para el desarrollo del país en todo sentido. Esto genera una
responsabilidad muy grande para Directorios y directores. En los últimos tiempos ha
habido una evolución en la importancia de los Directorios pero todavía hay mucho
camino por recorrer.

Hay mayor conciencia que el armado de un Directorio es un proceso estratégico. Esto
se empieza a ver en las búsquedas para sus miembros. En las mismas, además de la
reputación, se buscan perfiles con conocimientos de finanzas y a veces experiencia
específica en determinadas industrias o áreas de gestión. Personas que aceleren la
curva de aprendizaje en temas tales como recursos humanos, tecnología o
ciberseguridad. Se buscan jugadores de equipo. La necesidad de capacitar a los

directores se hace cada vez más evidente. También empieza a aparecer con fuerza el
tema de la diversidad.

La diversidad se va incorporando lentamente en la agenda de las empresas y
Directorios y es fundamental. En términos de diversidad de género la participación de
las mujeres en los Directorios de Argentina es del 14%. Compara favorablemente con
el 7% que se da en América Latina pero todavía falta mucho.

Un capítulo final para la ética. Sin dirigentes éticos no vamos a ningún lado. Hay que
evitar que haya dirigentes que se aprovechen de las circunstancias y sigan
empobreciendo al país.

Las empresas no sólo deben ser sólidas y sanas en sus balances y flujos financieros si
no que también lo deben ser en lo ético y moral. Y esto también es responsabilidad de
los directores.