En un reciente artículo del Wall Street Journal titulado “Davos gira levemente a la derecha”, Walter Russell Mead plantea interesantes interrogantes acerca de la continuidad que podrá mantener el fuerte cambio que, en las últimas dos décadas, se venía dando en el mundo de los negocios.

Señalando que los calurosos aplausos recibidos por nuestro presidente Milei en ese foro de negocios internacional fue la perfecta muestra del cambio de época que se vive a nivel global, se pregunta si no habrá llegado este cambio de época también a las tendencias de los últimos tiempos de priorizar objetivos de ESG, sobre todo ahora que se terminó la tasa de interés cero.

Sin dudas, la resonancia del discurso de Milei tiene significados mucho más relevantes a nivel global que local. Su llegada al poder fue una señal muy acorde a los nuevos tiempos y se suma al cada día más posible retorno de Trump al poder en los EE.UU. Y también es contemporáneo de ciertas debilidades de la economía china, algo de lo que muchos responsabilizan al método dictatorial de Xi y su fe en la economía estrictamente planificada.

Pero en materia de negocios, lo que nos interesa considerar es si estamos frente a lo que sería el primer giro copernicano en materia de gobierno corporativo, tras su imparable crecimiento desde comienzos de este siglo. Este meteórico ascenso que había partido de la nada, parecía no tener límites y sumaba cuanta idea “blanda” anduviera dando vueltas. Todo podía ser asimilado por el mundo corporativo, desde agendas ambientales, hasta derechos humanos, diversidad de todo tipo, nuevos paradigmas de vinculación laboral con calidad de vida, etc. Todo lo que en el siglo anterior era materia propia de la política y de las ONGs y hasta anatema de la vida corporativa, en este siglo se fue introduciendo muy de a poco, pero hasta niveles anteriormente insospechados.

¿Volverá la visión de Friedman a dominar el mundo empresario nuevamente? Aquello de que la única responsabilidad social del empresario es maximizar sus ganancias, algo que no dudarían en suscribir ni Milei, ni Trump, ni Elon Musk, ¿volverá a dominar el discurso económico global? ¿Acaso los avances de líderes personalistas como los que lideran los BRICS, la guerra de Putin y los ataques de Hamas están generando la necesidad de que Occidente se endurezca, tras décadas de una excesiva comprensión que llevó a que hasta las empresas privadas persigan más objetivos sociales que la mayoría de los países no occidentales?

Y ya poniendo un pie dentro del board room: actitudes como la de Elon Musk al asumir la dirección de Twitter, que en su momento (solo 15 meses atrás) nos parecieron casi disparatadas, ¿comenzarán a repetirse y se generará una disputa teórica y regulatoria dentro del mundillo del corporate governance, ese mundo que nos reúne en tanto directores? No habrá que esperar que los multilaterales den el primer paso, sino que ellos serán los más reaccionarios. Pero nosotros, los directores y nuestros institutos, ¿seguiremos las órdenes de los gobiernos a través de los dictados de la OECD y el G20 o empezaremos a recibir la “presión de las bases” de nuestros pares para volver a priorizar la rentabilidad, “como en las buenas épocas”?

Habrá que estar atentos a la evolución de Occidente en estos temas. Mucho terreno se ha ganado que no se querrá abandonar. Pero los desafíos se multiplican, tanto en el plano bélico y de la violencia terrorista como en el de los negocios internacionales y la presión de inversores globales soberanos con criterios en franca competencia con los del FMI y los multilaterales. Y fueron justamente los inversores globales institucionales los impulsores número uno del desarrollo del corporate governance hasta hoy. Difícil no prever algunos cambios en este terreno en los próximos años.

Un interesante movimiento telúrico se empezó a sentir en el hasta ahora aterciopelado (¿y aburrido?) mundo del gobierno corporativo. Tal vez haya llegado la hora de que nos abandone el estilo diplomático que predominó hasta hoy para empezar a notar una dinámica más dominada por el espíritu empresario que por lo políticamente correcto en temas de gobierno corporativo.