Cuando una grave crisis aparece, los directores solemos recordar los gratos momentos de paz en los cuales desarrollamos el cada vez menos frecuente business as usual: ¡qué fáciles son los tiempos tranquilos! ¡Y qué suerte si los transitamos sin situaciones de innecesario estrés; cómo se agradece ahora, cuando tenemos que frotar la lámpara varias veces para encontrar el rumbo adecuado!

La guerra de Rusia en Ucrania es uno de esos fenómenos que empiezan muy lejos y terminan en nuestro escritorio. Como nos advierte de manera excelente y precisa nuestra socia y vocal de la Comisión Directiva, Silvia Giordano, en su artículo en esta misma Newsletter, muchos gobiernos de los principales países del mundo han impuesto sanciones a personas humanas y jurídicas rusas, sanciones que deben (debemos) cumplir sus ciudadanos. Incluso los muchos que tenemos doble nacionalidad… Sanciones que consisten en dejar de hacer negocios con empresas rusas, por ejemplo, aun cuando las reglas comerciales y las disposiciones de gobierno corporativo no lo recomienden. Es que esta vez, la paz mundial bajó un escalón y no la instrumentan los ejércitos occidentales, sino las empresas y organizaciones, los propios ciudadanos.

En nuestro propio instituto de directores sucedió algo similar, pues muchos representantes de países sancionadores se vieron obligados a tratar el tema, ya que Rusia no sólo es un destacado miembro del GNDI sino que integra su Comisión Directiva en la persona de su presidente Alexander Ikonnikov. El agua no llegó al río, pues la Asociación de Directores Independientes de Rusia (IDA) al día siguiente pidió su suspensión del GNDI, para evitar más conflictos. Debo confesar que todos respiramos aliviados, pues nos había evitado una muy difícil decisión: en los estatutos no sólo no están previstas estas causales de desafiliación, sino que se exige que los miembros sean instituciones totalmente independientes, incluso políticamente.

La guerra en Ucrania está encontrando cauces de solución que, si bien evitan la globalización del conflicto bélico, tensan las relaciones en la sociedad civil, incluso y muy principalmente en los negocios, afectando los procesos de gobernanza y compliance, pero también los resultados, de muchas empresas, incluso de aquellas que, como bien apunta Silvia Giordano, todavía no se percataron.

Estos eventos novedosos, estos cisnes negros que se posan en las mesas de los directorios, nos deben reforzar la importancia que debemos dar a dos fenómenos, los que son uno la contracara del otro. La necesidad de entrenarnos a nosotros mismos en ampliar nuestra visión global, para poder atender estos fenómenos disruptivos sin concentrarnos en una sola dimensión del problema. En este caso, por ejemplo, que las obligaciones que les imponen a los directores las nuevas sanciones internacionales por la guerra en Ucrania no estaban en los códigos de gobierno corporativo ni en las leyes vigentes, sino que son obligaciones sobrevinientes, impensadas, verdaderos riesgos no administrados. Y su contracara, a saber, que si un director está al borde de sus energías disponibles ocupado más de la cuenta en la gestión cotidiana, no tendrá suficiente aplomo y serenidad para reflexionar y tomar una decisión sabia frente a estas apariciones repentinas. La serenidad de espíritu que debe tener un director no es un premio a su trayectoria ni un descanso anticipado, sino la condición de posibilidad para enfrentar situaciones inesperadas y difíciles como ésta.

Empieza un nuevo año de actividades en el IGEP y esperamos que cada uno de ustedes se dé el permiso de hacer al menos una actividad de capacitación o actualización. No es bueno pasar todo un año sin revisar conceptos ni escuchar nuevas visiones e ideas, sin actualizar lo que ya sabíamos o encontrarnos con nuevos colegas. Esperamos que les resulte atractiva la oferta que hemos preparado para este año y nos ayuden en la difusión hacia potenciales nuevos miembros de nuestra Comunidad que sigue creciendo.